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LISBOA, MADRID Y BARCELONA – EL GRAN EJE IBÉRICO

Si trazásemos una linea que parta de Lisboa, pasando por Madrid, y terminando en Barcelona, veríamos que el mapa de la península Ibérica se divide en dos. Esta frontera, sin ser científica, es real y corresponde a la influencia climática del Atlántico en Occidente, y del Mediterráneo hacia Oriente. Sin embargo, esta pequeña observación tiene muchos otros puntos de interés.

En primer lugar forma tres grandes áreas metropolitanas, donde residen casi 20% de la población de la península más occidental de Europa.

Antes de analizar la importancia de la Lisboa, Madrid y Barcelona como puntos centrales de cosmopolismo para otras comunidades ibéricas, vamos a analizar un poco el informe de Eurostat, publicado en marzo de 2011 con datos del PIB per cápita de las regiones ibéricas, en relación con la media de la Unión Europea.

Poniendo de relieve el gran eje Ibérico, nos encontramos con que Lisboa tiene 112% Madrid – 129% y Barcelona – 116%. En términos de regiones: Lisboa y Valle del Tajo, Madrid y Cataluña. Afortunadamente estas regiones existen con un PIB per cápita superior a la media comunitaria: Madeira – 107%, País Vasco, con el mayor índice de todas, con el 132%, Navarra – 126%, La Rioja – 110%, Aragón – 111% y las Baleares – 105%.

Como podemos ver, el nivel regional de desarrollo en España es, sin duda, mejor que en Portugal. Y una de las causas de este fomento a partir de la adhesión a la entonces Comunidad Económica Europea (CEE), se debe a las autonomías, a diferencia de su vecino Portugal, que sigue inexplicablemente centralizado de manera anacrónica, estrangulando en parte su desarrollo económico.

Por otra parte, todavía hay algunas comunidades con un índice inferior al 75% de la media comunitaria, que pueden seguir subsistiendo gracias a los grandes fondos comunitarios que han estado y que siguen estando a su disposición. Así, contamos con Extremadura con un 69%, y Andalucía -75%. Respecto al conjunto portugués, el cuadro es más grave: Azores – 75%, Alentejo – 74% Centro – 67% y el Norte, el menos robusto de todos con 65%.

Constatamos que las regiones más debilitadas de la Península Ibérica son precisamente las fronterizas. Sin embargo, hay otras regiones fronterizas españolas que ya registran evidentes mejoras: Galicia – 90% y Castilla y León – 96%. He aquí el talón de Aquiles de Iberia.

Hecho el examen regional, conviene dar un breve vistazo al ámbito nacional y europeo. Portugal tiene un índice de 83%, que está a la altura de España, y es prácticamente la media europea del 97%. Si hacemos una media aritmética simple de los dos países, quedaría por el 90%. Y esta es una cuestión de debilidad de las estadísticas, pues no todas las personas perciben el mismo rendimiento, y en ocasiones las disparidades son enormes. Por ejemplo, en términos sociales, Portugal tiene tres millones de pobres, casi un tercio de su población, lo que muestra esta realidad detrás de los valores macroeconómicos. Son las personas las que hacen progresar una sociedad, y no una hoja de Excel.

En lo que se refiere a la cima del índice europeo, destaca en primer lugar Luxemburgo con el 266%, un país de poco más de 400.000 habitantes. Fuera de la Unión Europea tenemos a la Noruega del petróleo con el 135%, después vienen Holanda – el 126%, Austria y Dinamarca – el 124%, Suecia – 120%, Finlandia – 116%, Alemania, Bélgica y Irlanda – 115% y el Reino Unido – 104%.

Tomando nota de estas referencias en términos regionales y europeos, no olvidemos lo que esta crisis económica ha traído de malo para los ciudadanos de los países del sur de Europa, cuando en gran medida podría haberse reducido, si hubiera voluntad y respeto a la verdad. Sobre todo, porque como sabemos, la creación y divulgacion de esta crisis fue originada por “hombres altos, rubios y de ojos azules”, expresión de Lula da Silva, entonces presidente de Brasil, que ilustra bien a los verdaderos responsables de esta anomalía social. Y jamás, se deben olvidar los prejuicios y el desdén con los que los gobiernos de la Europa rubia verbalizaron y concretizaron a los pueblos de cultura grecorromana.

Si no mostramos nuestro orgullo o buscamos la revancha, entonces es porque merecemos estar subyugados por los demás países. Y sus afrentas son por tanto meras órdenes para los pueblos del mare nostrum.

Tras haber depurado todas las incomprensiones, prejuicios y trivialidades personales las regiones de la península ibérica y los respectivos gobiernos nacionales, debe imprimirse una nueva dinámica económica, cultural y social.

Para ejemplificarlo mejor, pensemos en la Hispania Romana. Sus vías fueron determinantes para el desarrollo de esta antigua región de Roma. Y en ese sentido, y dentro de una eventual comunidad ibérica, bajo el liderazgo de su órgano ejecutivo, deben implementarse precisamente sus “Vías”, con el objetivo de aproximar a sus ciudadanos, impulsar los negocios y las empresas y estimular la cooperación institucional. Así en harmonía con las políticas nacionales, se pueda a medio plazo permitir que todas las regiones tengan posibilidades de lograr de manera sostenible la media europea del Pib per cápita.

Por lo tanto, es necesario establecer sinergias para optimizar un mercado de casi 60 millones. Considerando la internacionalización como la extensión de su mercado nacional.

Volviendo ahora a la idea base de este pensamiento -el gran eje ibérico-, debe ser el gran motor de la península ibérica, aprovechando la economía de escala que puede generar con la movilidad de más de 20 millones de personas. Hoy, la excusa de la distancia ya no es válida. De Lisboa a Madrid sólo distan 50 minutos, e incluso a Barcelona son sólo 40 minutos más.

Hay que estimular las actividades culturales y el turismo para competir con las grandes capitales europeas como Londres, París o Berlín. Se debe inculcar una cooperación para la organización o captación de grandes eventos internacionales, disminuyendo así los costos y fomentando los ingresos.

Sin embargo, este eje tiene también una simbología muy curiosa, que traspasa sus límites geográficos, ampliando sus horizontes.

Lisboa tiene los ojos mirando hacia el Atlántico, Madrid tiene el corazón en las tierras cálidas de América Latina, y Barcelona tiene los aromas del Mediterráneo. Todas estas ciudades son muy diferentes entre sí, pero por su influencia cultural y económica, tienen el deber de proporcionar a las otras comunidades un nuevo paradigma, un nuevo designio, que fusione solidaridad y preservación local con la especialidad de cada una de ellas, que a su vez, son su esencia.

Y este espíritu orgulloso y humilde de la comunidad ibérica tiene ambicionar querer ser tan eficiente como los demás, y tan expresiva como ella misma.

Bruno Caldeira

Nota: este texto fue escrito en 14 de octubre de 2013

 

 

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