El año que concluyó dejó en abierto muchos interrogantes sobre la resolución de algunos conflictos geopolíticos. Y lo que parece estar en presencia de un año rebelde.
La obstinación de los británicos en decidir su BREXIT en 2016, podrá tener este año su desenlace con o sin acuerdo.
Por otra parte, el nerviosismo de la clase política británica es más que notorio.
En el lado de la Unión Europea, disimular parece ser su arma principal.
Aparentemente están en ventaja en la disputa sobre el BREXIT, pues por ahora dicta las reglas del juego, o al menos las aprueba.
Lamentablemente, hace algún tiempo que la Unión Europea ha perdido su influencia en el mundo, y además en la opinión pública de sus propios Estados miembros.
Lo que es real y auténtico es que el populismo ha ganado cada vez más importancia en Europa, siendo en algunos países europeos decisivo para la constitución de gobiernos.
El BREXIT es sólo el constatar del evidente desplazamiento del llamado proyecto europeo.
Por otro lado, la guerra comercial entre la América de Trump y la China de Xi Jinping podrían dificultar aún más las perspectivas europeas de seguir creciendo económicamente.
De hecho, la actual China tiende a ser más ambiciosa en su posición geopolítica, mientras que Estados Unidos contra su esencia liberal y atlantista, ahora con Trump tiende a experimentar un poco de su proteccionismo.
Podemos considerar este antagonismo entre las dos mayores potencias económicas del mundo, como una especie de guerra fría económica del siglo XXI.
El caso de Huawei que ha tenido un desarrollo estratégico y económico muy notable, logrando ahora rivalizar con las otras grandes tecnológicas mundiales, es sólo un ejemplo de esa fuerte rivalidad.
Interesante es el papel de Rusia. Perdió el estatus de superpotencia (con el fin de la Unión Soviética), pero con el liderazgo de Putin viene asumiendo una influencia muy particular. A veces casi invisible pero con una gran eficacia en los asuntos primordiales para el Kremlin.
Todos estos movimientos geopolíticos vienen a disminuir la importancia de las organizaciones supranacionales.
La Unión Europea, la más desarrollada de todas las organizaciones supranacionales que existen en el mundo, parece no poder superar su gran crisis de identidad.
Sí, no olvidemos que la crisis financiera que comenzó en 2008, y que golpeó fuertemente a los países del sur de Europa, tuvo como gran consecuencia y cuyo efecto ahora se siente y que se llama: desconfianza.
Actualmente la ciudadanía europea tiene muchas reservas sobre las cumbres políticas de la Unión Europea, viene a dar la razón a la veracidad de este efecto que contamina cualquier relación.
El BREXIT, los chalecos amarillos en Francia y el renacer sin pudor del racismo y de la extrema derecha en Alemania y en Italia, son ejemplos claros de esta desconfianza, que al límite puede resultar en un conflicto que puede desbordar sus fronteras y extender a toda Europa.
Una última nota para Venezuela y la relevancia de las organizaciones supranacionales de carácter regional.
Teniendo en cuenta el momento de gran crispación política y económica entre América de Trump y la China de Xi Jinping, y en cierto punto con la Rusia de Putin, los progresos de la crisis política y humanitaria en Venezuela pueden tener consecuencias aún más nocivas que el actual status quo.
La respuesta para la resolución de este dilema, o al menos para apaciguar a las facciones políticas radicalizadas, podría ser dada por una organización internacional creíble y respetada por todos.
Obviamente, esa organización debería incluir a todas las facciones independientemente de su ideología, siempre que respetaran sus principios fundamentales.
Los líderes de América Latina estuvieron muy mal, desde el punto de vista de la estabilidad política y social, prefirieron crear organizaciones supra estatales al servicio de sus intereses personales y de sus partidos políticos.
El MERCOSUR que fue creado como soporte de los entonces gobiernos de izquierda de América del Sur, fue contrapuesto con otras organizaciones de su área de influencia con es el caso de la Alianza del Pacífico.
Es importante pensar de nuevo en la formación, el desarrollo y la ayuda de las organizaciones supranacionales de carácter regional.
Y seguramente tienen dos grandes desafíos por delante:
El primero, su relación interna con sus Estados miembros para generar confianza y el espíritu de cooperación efectiva.
El segundo desafío es crear un verdadero carisma que permita el establecimiento de relaciones diplomáticas duraderas y amistosas.
A pesar de todas las dificultades de la Unión Europea, se ha concretado en cierto modo los objetivos del segundo desafío, que es una de sus grandes virtudes, quizás la más importante.
Es en este punto que América Latina debe concienciarse de modo a implementar una verdadera comunidad de Estados, de modo a promover el bien de todos.
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