De cumbre en cumbre, los buenos deseos de la transfrontera ibérica son una constante. Pero, ¿por qué no se hacen realidad estos buenos deseos para la transfrontera ibérica?
Valladolid fue el lugar elegido para la última cumbre ibérica, donde los gobiernos español y portugués prometieron que el reto transfronterizo hispano-portugués se vería con otros ojos.
Estamos casi allí. ¡La expectativa es grande!
El 1 y 2 de octubre, la ciudad de Guarda (Portugal) acogerá la XXX Cumbre Ibérica, donde Pedro Sánchez y António Costa podrán compartir la buena noticia sobre los planes del desarrollo transfronterizo ibérico.
La España democrática y el Portugal democrático tienen en su “currículum” 2 grandes errores en su modelo de desarrollo social: la baja tasa de natalidad y la despoblación de territorios alejados de los grandes núcleos urbanos.
La transfrontera ibérica es el área más grande de la Península Ibérica que sufre más las consecuencias de las dos situaciones mencionadas anteriormente.
Debemos mirar esta inmensa región de transfrontera ibérica con una mentalidad diferente, pero también con una voluntad diferente. No puede verse únicamente como un destino de turismo rural o como un espacio de caza.
Hoy nos preocupamos demasiado por lo virtual y nos olvidamos de las virtudes del campo.
Evidentemente, las virtudes del campo no son para todos. Pero aquellos que las tienen saben que pueden elevarse al nivel de su autorrealización.
El mundo rural, el nuevo mundo rural no puede ser absorbido por completo por las actividades agroalimentarias y turísticas. El desarrollo social debe tener un amplio abanico de opciones en su componente económico.
La raya ibérica no puede ni debe ser vista por sus gobiernos como un elemento pobre de su estructura estatal.
A la raya ibérica se le debe inculcar la ambición de ser ella misma, es decir, conservar su propia identidad. Estimular sus propias costumbres, tradiciones y mitologías que la caracterizan como única. Es decir cada pueblo despoblado casi tiene su propia esencia.
El multiculturalismo ha traído nuevas ideas, nuevas costumbres y nuevas experiencias a los centros urbanos. Pero el multiculturalismo no puede significar ni contribuir a la desaparición de las culturas locales.
Su modelo de desarrollo no puede ser una copia a menor escala de algún centro urbano. Hay una gran historia detrás de cada pueblo.
El mundo rural, más que nada, debe significar calidad de vida, sea interior o exterior. Y es sobre esta base que hay que orientar el desarrollo de la raya ibérica olvidada (los pequeños pueblos).
El próximo marco del apoyo europeo (2021-2027) es una oportunidad que no se puede perder.
Es imperativo que la racionalidad de los medios se implemente de manera efectiva.
Uno de los ejemplos mejores de esta racionalidad son las Eurociudades, donde los servicios se comparten en ambos lados de la frontera.
Es evidente que aún se necesita alguna infraestructura para ayudar a conectar el mundo rural con los centros urbanos.
Este es el caso de la conexión entre la autovía A23 (Portugal) y la autovía A1 de Extremadura. Sería de gran ayuda para el transporte de personas, mercancías y servicios entre Centro de Portugal y Madrid. Y a la inversa, entre el norte de Extremadura con Lisboa.
Es necesario estimular la aparición de nuevos negocios en la Raya Ibérica olvidada.
Solo con la creación de nuevos negocios la población podrá instalarse en estos pueblos casi vacíos.
También podemos llamar a la Raya Ibérica profunda “islas perdidas en los valles y montañas de la Península Ibérica”, no se trata de tener caridad sociológica. Su desarrollo debe ser un punto central para combatir los dos errores graves del Estado portugués y del Estado español, es decir, la baja natalidad y la despoblación.
Uno de los componentes para el desarrollo de esta estrategia común en la región transfronteriza hispano-portuguesa, especialmente para la profunda raya ibérica, sería un nuevo sistema tributario.
Un sistema fiscal atractivo que compita con otros países de la Unión Europea podría ser una de las soluciones para su desarrollo económico.
Se trataría de una medida que prácticamente no tendría impacto presupuestario para los Estados, pero sí una consecuencia muy positiva para la creación de empresas y puestos de trabajo para estas zonas socialmente deprimidas.
La constitución de un nuevo ecosistema social generaría más riqueza y alteraría radicalmente el destino actual de la Raya Ibérica olvidada.
Bruno Caldeira
En mi opinión, la raya se presentaba, hasta tiempos no demasiados lejanos, como la realidad inequívoca de una fractura entre dos países hermanos en el ámbito institucional, político, económico y social, pero, de forma paradójica, al mismo tiempo en su realidad más profunda era la sutura de esa quiebra, una sutura que se descomponía y se recomponía al compás de los grandes acontecimientos. Al caminar desde sus distintas coyunturas históricas hacia la democracia con la entrada en vigor de la Constitución portuguesa el 25 de abril de 1976 y de la Constitución española el 29 de diciembre de 1978, ambos países comenzaron en democracia y en paz sus rutas europeas, que culminaron el 12 de junio de 1985 con el Tratado de Adhesión a las Comunidades Europeas. Ese hecho supuso también un fuerte impulso al reconocimiento mutuo y al estrechamiento de lazos entre ambos países. Ya tenemos el marco idóneo, pero es hora de admirar y reconocer esa parte del rico tapiz ibérico, que la raya representa, constituido como trama que ha anudado los hilos largo tiempo deshechos de ambos países, sin que dichos reconocimiento y admiración no supongan que el reloj del progreso y la integración se detenga en esa hora. La raya ya no se debe entender sólo como el gran espacio de encuentro entre España y Portugal, sino, a mi entender, como la posibilidad real de un futuro compartido, de una unión fructífera que proyectará, tanto en el ámbito europeo como en el iberoamericano, el daimon y la dynamis de esta tierra que es nuestra Iberia. Bienvenidas sean las propuestas que contribuyan a la consumación del reto de alcance histórico que se plantea a Portugal y España.