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El estilo "trumpiano de negociar" es basado en un lenguaje diplomático con bullying

EL LENGUAJE DIPLOMÁTICO Y EL BULLYING

Al estilo del Ultimátum Británico, la América de Trump ha regresado nuevamente con su bullying disfrazado de lenguaje diplomático. Y esta vez la víctima fue Portugal.

Armado con un lenguaje diplomático muy “trumpiano”, el actual Embajador de Estados Unidos en Portugal estaba muy disgustado con las inversiones chinas realizadas en Portugal.

En la entrevista con el semanario portugués Expresso, George Glass, Embajador de Estados Unidos en Portugal, no dudó en declarar que su aliado en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tenía que elegir entre “amigos o aliados”.

El lenguaje poco diplomático y la tecnología 5G

Evidentemente en torno al uso de este lenguaje diplomático muy sui generis, de gran agresividad verbal surge la cuestión del 5G.

La nueva red móvil de quinta generación (5G) ha sido uno de los principales motivos del conflicto diplomático y comercial entre Estados Unidos y China.

La aparente ventaja técnica que tienen empresas chinas como Huawei en esta nueva tecnología hace que la Administración norteamericana esté cada vez más atenta, teniendo la tentación de utilizar un lenguaje diplomático muy contundente incluso para sus propios aliados.

El paso de la dialéctica diplomática de los despachos a la “plaza pública”, en este caso a los medios de comunicación, sólo revela su incapacidad para resolver sus problemas.

Este bullying diplomático es realmente sorprendente. Porque la dimensión de Portugal y su necesidad de estar presente en organismos internacionales como la OTAN debería abordar este tema de una manera más sensata.

Es cierto que el tema del 5G es efectivamente un gran desafío para las grandes empresas, y por supuesto para las grandes potencias geopolíticas. Ahora bien, el uso por parte de George Glass de este tipo de lenguaje diplomático es desproporcionado. Da la sensación de que el actual Embajador de Estados Unidos en Portugal está hablando hacia la propia China.

A pesar de la evidente desproporción a todos los niveles entre Estados Unidos y Portugal, esta forma de hacer diplomacia e imponer tu voluntad con su bullying diplomático tiene sus consecuencias.

Esta pequeña humillación hecha por el Embajador George Glass en Portugal puede crear un sentimiento de desconfianza en el país de destino, especialmente cuando estos dos países son aliados. La desconfianza puede estar más presente en su relación bilateral.

El recuerdo el Ultimátum Británico

Este caso es demasiado residual para afectar demasiado las relaciones entre los estadounidenses y portugueses, y con el tiempo incluso desaparecerá por la evidente desproporción. Pero hubo una situación de bullying en la Historia de Portugal que fue al inicio del cambio de régimen político: el Ultimátum Británico.

El Ultimátum Británico de 1890 fue una amenaza bélica del Imperio Británico a Portugal (su histórico aliado) debido a sus intenciones de unir sus colonias africanas de Angola y Mozambique. Este proyecto de Portugal se llamó Mapa Cor de Rosa. Como resultado de esta humillación hecha a Portugal, el movimiento republicano portugués se fortaleció culminando con el fin de la monarquía el 5 de octubre de 1910.

Pero no se crea que esta falta de sensibilidad en las relaciones diplomáticas por parte de la administración de Donald Trump es única.

Muchas empresas extranjeras, principalmente norteamericanas que operan en Europa no tienen la sensibilidad, el lenguaje y el conocimiento de que los países europeos no son los “Estados Unidos de Europa”. Y que éstos deban seguir las órdenes estándard de su sede central estadounidense.

Muchos proyectos de empresas multinacionales estadounidenses en Europa han fracasado simplemente porque ignoran la especificidad social y cultural de cada país.

En la política, en la diplomacia y en los negocios, el uso adecuado del lenguaje y el respeto por las costumbres de cada país, ya sean sociales, empresariales o políticas, son determinantes para el éxito de cualquier organización.

Bruno Caldeira

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