La particularidad de un momento histórico puede capturarnos en otra dimensión. Y la pregunta es simple. ¿Estamos preparados para un nuevo renacimiento de Occidente?
La geopolítica de la primera gran pandemia del siglo no engaña, Occidente, especialmente el Atlántico Norte, fue el gran perdedor.
La geopolítica del coronavirus
En la lucha dialéctica sobre las causas y consecuencias de la pandemia del coronavirus, uno de los conflictos fue cuestionarnos si estábamos en una guerra contra un enemigo invisible o era solo una gran crisis de salud global.
Creo que efectivamente nos enfrentamos a una gran guerra que aún no hemos ganado.
Podemos discutir todas las teorías de la conspiración sobre este maldito virus, pero la realidad es cruel: Occidente ha perdido.
China fue el gran ganador en el control de esta pandemia. Y ahora surge otra pregunta: ¿la China de Xi Jinping dominará el mundo en los próximos años?
Hablar de decadencia en el mundo occidental es bastante exagerado. Sin embargo, está a la vista de todos que ahora Occidente tiene una menor influencia en el mundo.
Se necesita con urgencia un nuevo renacimiento de Occidente.
Varios momentos históricos fueron decisivos para cambiar el rumbo de las sociedades en cada país y en el mundo.
Podemos recordar el Renacimiento italiano de los siglos XV y XVI, que estuvo marcado por la recuperación de la herencia greco-latina, y el paso de la Edad Media a la Era Moderna, dando a Europa una mayor clarividencia.
Los otros renacimientos europeos
Los Descubrimientos Portugueses (1415-1580), a su vez, dieron “nuevos mundos al mundo”. Este movimiento de valientes estadistas y marineros consolidó la independencia de la nación portuguesa. Al mismo tiempo, fue un proceso de culturización mutua de los pueblos involucrados.
También podemos observar la conquista española del Nuevo Mundo que permitió comenzar la globalización del idioma español.
Estos tres movimientos históricos espaciados en el tiempo ahora se pueden observar con mayor atención.
La estrategia aún vigente del todavía presidente Donald Trump ha sacudido un poco la solidaridad y las estructuras comunes del Atlántico Norte.
Vivimos en una época en la que la rivalidad entre las dos mayores potencias del mundo está cada vez más presente en nuestra vida diaria.
La estrategia para un nuevo Renacimiento de Occidente
Con la victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, existe ahora la esperanza de que el Atlántico Norte vuelva a ser un espacio de cooperación respetuosa.
Sin embargo, en la Unión Europea hay una mayor conciencia en tener una mayor autonomía militar, y no querer depender del “sombrero protector “de Estados Unidos.
Sin cuestionar las virtudes de la Unión Europea para la promoción de la paz y la estabilidad de Europa, es cierto que estructuralmente la Unión Europea tiene una proyección internacional limitada. Y la respuesta es simple: la Unión Europea no son los Estados Unidos de Europa.
Para superar esta limitación estructural, algunas élites europeas han defendido el federalismo europeo como un remedio para esta limitación.
El gran problema es que la Unión Europea actual no es la misma que en 1986.
Cuando los gobiernos europeos antes estaban esencialmente gobernados por socialdemócratas o demócratas cristianos, hoy esta tendencia está bastante diluida.
Los movimientos extremistas de carácter nacionalistas y racistas tienen ahora una visibilidad que antes no tenían.
Sin embargo, no es prudente simplemente criticar el estallido de estos movimientos extremistas. Su auge se debe en gran parte a la apatía del “establishment” actual para resolver eficientemente los problemas de sus ciudadanos.
El nacionalismo radical que está presente en algunos países europeos, la desconfianza y la limitación estructural hacen que la proyección internacional de la Unión Europea no sea tan efectiva.
Pero para iniciar un nuevo renacimiento en Occidente, debemos mirar muy de cerca la capacidad de resiliencia de las instituciones de Estados Unidos, que durante la presidencia de Donald Trump estuvieron bajo una fuerte presión. Como dice Michele Testoni, profesor de relaciones internacionales en el Instituto de Empresa, “la forma en que ha crecido la división de poderes a través de un sistema de “checks and balances” es una explicación (por qué Estados Unidos tiene instituciones muy fuertes)”.
El nuevo renacimiento institucional de Occidente debe basarse en la defensa del constitucionalismo.
La defensa de la separación de poderes es fundamental para la supervivencia de la democracia.
Sólo con instituciones fuertes y respetadas, que sean idóneas a los ojos de sus ciudadanos, la democracia puede prosperar y hacer frente a los deseos más populistas y desintegradores de la sociedad con suficiente fuerza.
Los llamados “checks and balances” son muy importantes para la normalización de las relaciones sociales.
Sin embargo, tener solo instituciones sólidas no es suficiente. Las sociedades occidentales necesitan sentir el desarrollo social y económico. Vivimos en una era tecnológica muy caracterizada por la inmediatez y en ocasiones por la psicosis colectiva.
El individualismo extremo ya ha demostrado ser ineficaz y peligroso, especialmente cuando se basa en un nacionalismo absurdo.
El renacimiento occidental debe pensarse en el contexto social pero también geopolítico actual. Y entonces, ¿por qué no aprovechar las enseñanzas del Renacimiento italiano y los Descubrimientos Portugueses para iniciar este nuevo renacimiento del Occidente del siglo XXI?
Bruno Caldeira
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