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Trump fue uno de los personajes que más ha contribuido en aumentar el peligro efectivo del populismo

EL PELIGRO EFECTIVO DEL POPULISMO

La historia tiene varios ejemplos de movimientos populistas que han logrado sus objetivos. Y en enero pasado vimos el peligro efectivo del populismo.

Las sociedades actuales revelan al segundo las hazañas de su individualismo. Hoy en día, el egocentrismo digital está de moda.

La política como actividad humana, este egocentrismo siempre ha estado presente. De hecho, cualquiera que sepa un poco sobre las complejidades del funcionamiento interior de los partidos políticos, sabe que esta es una regla casi general.

En algunos casos, las organizaciones populistas que son políticas, están enfocadas y trabajan solo para su líder egocéntrico.

El culto irracional de su líder y la fe absoluta que hacen sus seguidores es una de las características más poderosas para sostener su poder. E incluso si su líder es dialécticamente débil, su creencia casi religiosa de que él, su líder, es igual a la de su “tribu”, y que los salvará de “otras tribus malas”, es la base de su núcleo duro.

Impresiona la fuerza de los discursos enardecidos, que aun sin sustancia lógica de ideas e impregnados de falsedades o medias verdades, llevan a la audiencia de sus discípulos a la apoteosis.

La aparición de las redes sociales (esta enorme taberna virtual), y sobre todo la aparición de consecuencias psicológicas que están directamente ligadas a la sobrevaloración de la información sensacionalista, hacen que las sociedades digitales y humanas sean cada vez más irritables.

Entre nosotros tenemos varios ejemplos de este egocentrismo: Trump, Bolsonaro, Salvini … y el demagogo Ventura de Portugal.

El diseño de su estrategia política está diseñado para satisfacer solo su ambición personal.

El afán por conquistar o mantener el poder puede provocar la tentación de hacer todo lo posible para empujar los límites del sentido común, y en este caso la Constitución de los Estados Unidos.

El descontrol efectivo del populismo

La invasión del Capitolio el 6 de enero por partidarios de Donald Trump puede tener dos lecturas efectivas sobre los peligros del populismo.

Si no ponemos en la ecuación las teorías de la conspiración sociopolítica, estos hechos rocambolescos nos dicen que:

1 – Trump pronunció un discurso enérgico pidiendo a sus seguidores que se pronunciaran en contra de las irregularidades en las elecciones de noviembre de 2020 (los tribunales no le dieron la razón a Trump)

2 – Ese día, el Presidente de los Estados Unidos de América sería elegido por los delegados que fueron electos el 3 de noviembre de 2020.

3 – Estos manifestantes ingresaron en el Capitolio con enorme facilidad, y en teoría debería haber sido uno de los edificios más protegidos del mundo

4 – Los manifestantes celebraron su “victoria” con saqueos, destrucción de documentos y objetos del Capitolio y con “selfies”.

Todos hemos conocido la secuencia de las reacciones de robo del Capitolio, desde el repudio de Joe Biden, presidente electo, hasta la declaración desconcertante de “Gente especial”.

En ese preciso momento, Donald Trump no tuvo conciencia de la gravedad de los hechos, la invasión de uno de los Centros de la Democracia de Estados Unidos, el Capitolio, por parte de sus simpatizantes que eran “Gente Tan Especial” para él.

Este extraordinario ejemplo es una prueba de que ni los “cimientos” de la democracia robusta de Estados Unidos pueden manejarlo todo. Las acciones nefastas que se prolongan en el tiempo, el egocentrismo populista erosiona los baluartes de la democracia y, por supuesto, nuestra libertad.

La invasión del Capitolio es una prueba de que la falta de control social y la apatía de las instituciones de la democracia son un peligro efectivo del populismo.

La lucha inteligente y eficaz contra el peligro efectivo del populismo es cada vez más importante.

Nadie es irreemplazable ni está predestinado a ser el líder de una nación o una comunidad.

Creo que se podría aprovechar mejor la invasión del Capitolio para que todas las sociedades de democracias liberales puedan pensar y realizar acciones que aíslen y eliminen el protagonismo del “virus” del populismo.

Vale la pena recordar en estos tiempos el poema “Primer vino” del pastor luterano alemán Martin Niemöller (1892-1984)– otros atribuyen la autoría de este poema al dramaturgo alemán Bertolt Brecht.

La curiosidad de este poema también tiene que ver con la historia del propio pastor Martin Niemöller, quien era anticomunista y partidario del nazismo, pero que cuando el régimen de Hitler se apoderó de la Iglesia, su opinión sobre el nazismo cambió radicalmente.

Nuestra inercia y falta de conciencia pueden volverse en nuestra contra. El peligro real del populismo está ahora a nuestro alrededor, como todos los virus infames.

“Primero se llevaron a los judíos,
Pero a mi no me importó porque yo no lo era;

Luego, arrestaron a los comunistas,
Pero como yo no era comunista tampoco me importó;

Más adelante, detuvieron a los obreros,
Pero como no era obrero, tampoco me importó;

Luego detuvieron a los estudiantes,
Pero como yo no era estudiante, tampoco me importó;

Finalmente, detuvieron a los curas,
Pero como yo no era religioso, tampoco me importó;

Ahora me llevan a mí, pero ya es tarde.”

Bruno Caldeira

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