Como decía el poeta: “cuando todo se hace gris, siempre nos quedará París”, evocando ese lugar exterior que nos atrae y espolea a desperezarnos para alcanzar una situación mejor.
Cuando la situación interna en un país se hace insostenible, lo habitual es mover la vista al exterior y plantearse afrontar los peligros que tiene la aventura exterior. Cuando la comodidad del hogar desparece se abre el horizonte de la internacionalización.
Puede parecer que todo tiene su origen en la crisis financiera del 2008 que, aunque generada fuera de nuestras fronteras, nos golpeó con inusitada dureza. Cuando el crecimiento de nuestra economía cimentado sobre el consumo interno, el auge del mercado inmobiliario y la abundancia de crédito sufrió un brusco estallido en 2008. Tras un largo período de crecimiento, superior a diez años, el colapso de los mercados financieros internacionales supuso que la palanca multiplicadora del endeudamiento se transformara en un lastre que hundió la economía española.
Ante la perspectiva planteada el empresario español, habitualmente emprendedor, imaginativo e innovador tenía ante si dos grandes retos: acometer el descubrimiento de nuevos mercados en los que desarrollar su actividad y la búsqueda de nuevos canales para acceder al crédito.
Pero no era el momento de emigrar sino el momento de salir a conquistar, rememorando la época de los conquistadores españoles que descubrieron el nuevo mundo.
Salir al exterior fue la mejor, sino la única, alternativa posible, pero ¿es era eso algo nuevo? En pleno siglo de oro, cuando nuestras letras eran más prosperas, la situación económica en España era insostenible, con una desmesurada deuda, provocada por los enormes gastos militares, que nos llevaría a una primera bancarrota en mitad del siglo XVI, con las calles inundadas de mendigos y la juventud emigrando a América, en busca de una alternativa a la miseria existente en la península. Salir a conquistar el mundo era la única alternativa, en el Siglo de Oro y tras la crisis financiera reciente.
La situación obligaba, de nuevo, a enfocar el futuro como una nueva época de conquistas.
Y el tiempo nos dio la razón.

La evolución de la balanza comercial, que alcanzó superávit por vez primera en la serie histórica, por un valor de casi 635 millones de euros en marzo de 2013, supuso la constatación del esfuerzo exportador llevado a cabo por nuestro país, como consecuencia obligada ante la preocupante situación interna y las medidas de austeridad puestas en marcha por el Gobierno, que sin el complemento de otras para fomentar el crecimiento que permitiera la recuperación de la demanda interna atenazada por un paro creciente que no fomentaba el consumo, enfoca a las empresas hacia el exterior.
Los conquistadores españoles tienen un largo historial de éxitos en sus salidas al exterior y las empresas españolas han sido fieles continuadoras de esta tradición, cosechando éxitos en su expansión internacional y siendo altamente valoradas en todo el mundo.
El proceso de internacionalización debe plantearse como una vía para eliminar trabas al crecimiento local, consolidar las políticas de crecimiento y diversificar el riesgo inherente a la obtención de los ingresos en un solo país. Debe ser un proceso de evolución y no oportunista, con clara vocación de continuidad para lo que debe dirigirse a complementar el mercado europeo, destino tradicional de nuestras empresas, y consolidar su introducción y crecimiento en USA y los países emergentes.
Cuando el objetivo es la internacionalización

En la actualidad, el objetivo es implantar la empresa en el ámbito internacional, o sea, internacionalizar la empresa. Para ello, lo primero es identificar el país al que queremos dirigirnos, teniendo en cuenta el idioma, la cultura, la amplitud de su mercado, el interés estratégico y nuestra propia actividad.
Una vez seleccionado el país o países hacía los que enfocar la internacionalización de la empresa hay que abordar los 4 pasos indispensables para afrontar el proceso:
- Estudiar y conocer bien el país: Realizar un estudio de mercado eficaz identificando oportunidades de negocio, regulación legal, reglas de competencia y tipología de actores.
- Conocer a sus competidores: Identificar bien las áreas de oportunidad y cuáles son los puntos de diferenciación de la empresa.
- Ubicar todas las actividades de mercadotecnia: que la empresa pueda sustentar y maximizar con sus propios recursos
- Tener una metodología: Para evaluar las distintaspropuestas justificando debidamente cómo va a impactar al negocio.
Una vez superada la crisis del COVID-19, habrá oportunidades de todo tipo para acceder a los mercados financieros, sobre todo en aquellos países donde estos mercados estén más desarrollados y accesibles
Manuel González, CEO y Fundador de la consultora Delvalle IBC
La globalización mundial de la actividad económica acompañada de las nuevas tecnologías, hacen estos pasos mucho más sencillos y rápidos, facilitando la internacionalización de las empresas. Lo que no elimina, más bien al contrario, la necesidad de rodearse de los mejores profesionales disponibles, creando un equipo con el que llevar adelante el proceso. Es ineludible contar con un equipo ad hoc para acometer el proceso de internacionalización, que se involucre y se mantenga hasta que los objetivos perseguidos hayan sido alcanzados. De forma que el nuevo territorio pueda trabajar de manera autónoma, incorporado al ADN de la compañía y sumando a la internacionalización global de la empresa.
La situación de crisis mundial en la que todavía estamos inmersos, como consecuencia de la pandemia del COVID-19, está generando una transformación brutal en la forma de abordar los procesos de internacionalización, tanto por la falta de confianza generalizada en las formas de actuar tradicionales, como por las nuevas tendencias que se están imponiendo en la economía mundial.
Paradójicamente, las fronteras se han diluido para el comercio internacional de mercancías, pero las personas están sometidas a severas restricciones de movimiento y tránsito internacional, lo que ha ralentizado en muchos casos la salida al exterior de las empresas. La nueva estructuración geopolítica que quedará tras la pandemia del COVID-19 supondrá un nuevo tablero de juego con grandes oportunidades, así como amenazas. Situación en la que se deberá propiciar el clima necesario para el surgimiento de nuevas tendencias en la economía y el comercio mundiales.
La aceleración de los ritmos de apertura económica, los intercambios de bienes, mercancías y servicios que se están dejando entrever, de momento gracias a las vacunas a nivel mundial, permiten atisbar un rápido cambio de paradigma, lo que supone un reto para cualquier compañía, que debe ser asumido y superado en situación no siempre especialmente favorable.
Para las empresas, este tipo de sucesos traerán muchas oportunidades, pues permiten ensanchar su actividad ampliándola al ámbito mundial, vendiendo en todo el mundo y, al mismo tiempo, ubicar los procesos productivos en los países donde son más favorables por costes de mano de obra, transporte y cercanía a los mercados. Por último, hay que considerar que la revolución de la información y la comunicación, acelerada de nuevo por la pandemia, han hecho que se disponga de una comunicación punto a punto en tiempo real a nivel mundial, lo que permite diluir las restricciones a la movilidad física de las personas, facilitando el mantenimiento de la actividad empresarial. Pero no debe perderse de vista, que un mundo interconectado como el actual facilita que una crisis económica en una parte del mundo puede originar una recesión económica mundial, como ya ocurrió en 2008 y 2009.

A veces, lo más sencillo para comenzar, una vez tenidos en cuenta los pasos mencionados anteriormente, es realizar una aproximación paulatina a los distintos países, licitando en los distintos mercados en función de los proyectos país que concuerden con la experiencia y el interés de la compañía. De esta manera se accede al país objeto de interés para una tarea concreta y en sintonía con la estrategia de la empresa para, posteriormente, abordar una implantación internacional más ambiciosa.
El reto de los nuevos canales de financiación internacionales
La búsqueda de nuevos canales de financiación, una vez agotados los tradicionales supone un nuevo reto para el área financiera de las empresas que debe plantearse nuevas alternativas no circunscritas al ámbito nacional. El acceso a la financiación en España tradicionalmente ha sido canalizado de forma casi totalitaria a través de los bancos, con un porcentaje de financiación empresarial, excluidos los proveedores, superior al 95%, mientras que en Europa este porcentaje se sitúa en torno al 76% y en el mercado anglosajón es inferior al 20%.
La actuación tradicional para conseguir crédito ha sido acudir al banco, alternativa actualmente reservada a la financiación auspiciada por el Gobierno (vía financiación ICO) y claramente escasa en nuestro país y que todavía se mantendrá en el tiempo, por la situación de crisis económica generada por la pandemia del COVID-19.
Por lo tanto, hay que salir a buscar financiación. Hay que pertrecharse adecuadamente con una buena calificación crediticia, sometiéndose a un proceso de evaluación y con ese equipaje ser innovador a la hora de obtener resultados, diversificando las fuentes de captación de dinero, los mercados y los países.
Hay que acudir a los lugares dónde está el dinero y conquistarlo. El momento es especialmente difícil y delicado, pero no por ello es menos cierto que hay que tener éxito, es necesario obtener nuevas fuentes de financiación, ya que la alternativa es la desaparición. Una vez superada la crisis del COVID-19, habrá oportunidades de todo tipo para acceder a los mercados financieros, sobre todo en aquellos países donde estos mercados estén más desarrollados y accesibles.
Así pues, de nuevo debemos tomar nuestras naves y zarpar en busca de nuevos horizontes que conquistar y con los que seguir cimentando la imagen de nuestro país y la continuidad de nuestras empresas.
Manuel González CEO y Fundador de Delvalle IBC y Francisco Lopez CFO de Delvalle IBC
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