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El Humanismo de las Memorias Imperfectas

“En los cafés descubrí que el pasado podía ser presente, y que la memoria podía ser contada de tal manera que dejara de ser ayer para convertirse en ahora.” – Eduardo Galeano

¿Cómo podría afectarnos tener una memoria objetiva perfecta?

En su relato “La Verdad del Hecho, la Verdad del Sentimiento” el autor de ficción especulativa, Ted Chiang, narra un escenario futurista en donde un dispositivo de nombre Remem es utilizado para reemplazar la memoria natural de las personas. Su tecnología captura en video cada segundo de nuestra vida, monitoreando todas las referencias del pasado, y volviéndose el principal custodio de nuestra memoria.

En el momento en que requieras recordar el detalle preciso de algún evento o una conversación pasada, los algoritmos de Remem reproducirán instantáneamente un video en la esquina inferior de tu campo de visión con los hechos objetivos de tal registro, como si fueses un cíborg cognitivo, e incapaz de olvidar nada.

Pero, ¿acaso no es humano olvidar? Y no solo humano, sino saludable. Cuando hemos sufrido algún momento de dolor o humillación, lo que más deseamos es olvidar ese momento lo más rápido posible para sentirnos mejor. Sería muy dañino seguir cargando un mal recuerdo permanentemente en nuestra memoria. Si reviviéramos esa memoria como si acabara de suceder y no pudiéramos olvidarla nunca, ni a la persona que nos dañó, ¿Cómo se vería afectada nuestra capacidad de perdonar?

Chiang comparte la distinción que hacen los psicólogos entre la memoria semántica, aquella relacionada a los conocimientos generales, y la memoria episódica, basada en nuestras experiencias personales. Desde la invención de la escritura (y hasta más atrás con las pinturas rupestres), los humanos hemos utilizado herramientas para capturar registros y complementar nuestra memoria semántica. Y desde hace poco, la tecnología se ha interpuesto como vigilante de nuestra memoria episódica.

Hoy en día las personas capturan fotos y videos en sus dispositivos móviles y almacenan en la nube hasta lo más ordinario de la vida. Cuántas veces cedemos a la idea de capturar digitalmente cualquier evento, mientras dejamos pasar la oportunidad real de disfrutar el momento con mayor presencia. Es decir, ya estamos validando la necesidad de un dispositivo de almacenamiento de memoria como Remem.

Pero el autor nos advierte sobre un gran riesgo: si el software de almacenamiento llega a colapsarse o ser hackeado, nos convertiremos en unos amnésicos virtuales.

Ahora, ¿puede la captura de fotos y video empeorar nuestra habilidad de memoria?

Pero mientras eso suceda, vivamos más y con mayor presencia en el mundo real, disfrutando la felicidad auténtica que habita en nuestras memorias imperfectas

Ricardo Villarreal

En un episodio de la serie Brainchild en Netflix sobre el tema, hicieron un experimento en una galería de arte donde reunieron a dos grupos de personas con el objetivo de evaluar su capacidad de memoria al observar cuatro obras. A uno de los grupos le dieron la “ventaja” de capturar fotografías de las imágenes desde su teléfono móvil. 

Al evaluar la capacidad de memoria sobre las obras de arte, el grupo que mejor memorizó los detalles fue el que no dependió del teléfono móvil. ¿A qué se debe esto?

Expertos en la neurociencia usan el término Cognitive Offloading (descarga cognitiva), y explican que, al capturar imágenes o videos, liberamos a nuestro cerebro de la responsabilidad de memoria, trasladando esa responsabilidad a un dispositivo tecnológico. Así que, sin duda, esta creciente dependencia tecnológica sí afecta negativamente nuestra capacidad de memoria y aprendizaje.

Por otro lado, ¿Qué hay de la idealización subjetiva de nuestra memoria?

Hay muchos recuerdos de nuestro pasado que no fueron capturados en fotos o video y que no olvidamos porque nos generaron una inmensa felicidad. Pero al rememorar esos eventos muchas veces los idealizamos, manufacturando las memorias de acuerdo con nuestras perspectivas y las emociones que sentimos en su momento.

Esas memorias subjetivas pueden no corresponder fehacientemente con la realidad vivida. Puede que hasta recordemos un evento como soleado cuando en verdad fue gris y nublado. Pero, aunque nuestra memoria no sea totalmente fidedigna, la manera que nos hizo sentir y vivir es irremplazable. Ninguna tecnología de almacenamiento de memoria puede decidir sobre la felicidad que asociamos a un recuerdo.

Como expresa Ted Chiang, “un video continuo de mi infancia estaría lleno de verdad, pero vacío de sentimientos.” Un dispositivo como Remem arruinaría esa memoria personal que, aunque imperfecta, hace más humana y especial nuestra vida.

Todos estamos hechos de memorias que vamos tejiendo selectivamente en una narración subjetiva y en evolución, tal y como se transmite en muchas culturas orales.

Similarmente, el escritor Mario Vargas Llosa, en su ensayo “La Verdad de las Mentiras”, habla sobre cómo la ficción en la literatura hace despegar nuestra imaginación, volviéndose un substituto de la vida momentáneamente. Y cómo, al aterrizar nuevamente en la realidad, percibimos ser menos de lo que soñamos – “la vida real nunca ha sido, ni será, suficiente para satisfacer los deseos humanos.”

Quizás la adopción de un dispositivo de Inteligencia Artificial como Remem, que capture cada segundo de nuestra memoria episódica, sea inevitable hacia el futuro de la humanidad en un mundo cada vez más digital. Pero mientras eso suceda, vivamos más y con mayor presencia en el mundo real, disfrutando la felicidad auténtica que habita en nuestras memorias imperfectas.

Ricardo Villarreal, Vicepresidente – Red Global MX Capítulo Portugal

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