“Lo único constante es el cambio.” – Heráclito de Éfeso
Es muy común pensar que vivimos en tiempos inciertos porque sucede que en la vida nos toca evidenciar todo tipo de eventos impredecibles y fuera de nuestro control. Pero la verdad es que, si existe una condición natural que ha acompañado de la mano al ser humano a través de toda su historia, esa es la incertidumbre. No es exclusiva de nuestra época, la incertidumbre ha existido desde siempre y escoltará sin excepción a las generaciones futuras.
El escritor C.S. Lewis reflejó que, “la incertidumbre extrema es un estado predeterminado de la humanidad… la vida humana siempre ha vivido al borde de un precipicio.”
Y claro, es verdad que la incertidumbre genera ansiedad, miedos y preocupaciones en muchos porque no podemos tener la certeza absoluta de las cosas y desconocemos el futuro. Pareciera que alguien nos aventó sin avisar a un mundo lleno de adversidades que jamás pedimos y con las que inevitablemente tenemos que lidiar para avanzar en el camino de la vida.
¿Pero cómo sería la vida sin incertidumbre? Si tuviéramos certeza absoluta de todo destruiríamos nuestra esencia humana. Si tuviéramos un calendario preestablecido sabiendo de antemano cada momento preciso que pasará por el resto de nuestras vidas, la vida perdería todo sentido y nos volveríamos seres planos, desmotivados y aburridos. El carácter que forjamos es en gran medida gracias a cómo lidiamos con la incertidumbre para salir adelante.
El gran error de muchos es querer ver a la incertidumbre como un problema que necesita una solución. Verlo así es como ver a la vida misma como un problema.
En su ensayo “Wounded Stories”, el filósofo Patrick Stokes nos invita a ver a la vida como una historia narrada en vivo, un relato abierto propenso a los cambios inesperados. En esta historia personal hay “heridas narrativas”, que son aquellos eventos repentinos e impredecibles como una enfermedad, un divorcio, una guerra, un desastre natural o cualquier otro evento que modifica súbitamente la trayectoria de nuestro relato.
Sentimos una gran injusticia cuando creemos hacer las cosas bien y éstas toman rumbos distintos a los que deseamos. Se puede ser un excelente empleado y aun así perder el trabajo por cualquier motivo, puedes amar profundamente a tu pareja y sufrir un rompimiento inesperado o se puede sufrir la muerte de un hijo cuando creemos que los hijos deben vivir más años que los padres. Sucede que el mundo no es coherente y nada está garantizado.
Mientras tengamos vida, no perdamos la capacidad de vivirla intensamente ante la incertidumbre. Hay que estar abiertos a las segundas oportunidades que nos arroja la vida y reconfigurar la narración de nuestra historia, buscando darle sentido a nuestra existencia.
“El cuestionar la vida nos permite desarrollar más nuestra imaginación sobre las infinitas posibilidades que nos depara el futuro y contar con una curiosidad incesante nos puede servir para expandir nuestra tolerancia a los eventos inesperados, estar más relajados ante lo inevitable y amortiguar mejor nuestras emociones cuando estos eventos sean adversos“
Ricardo Villarreal
Memento Mori
La mayor de las incertidumbres acompaña precisamente a la más sólida certeza: el hecho de que un día moriremos. Salvo que seas un prisionero condenado a muerte con fecha de sentencia calendarizada (en algún país en donde esta inhumana condena ya no debería practicarse), nadie sabe realmente qué día terminará nuestra vida. Desde este preciso momento hasta esa eventual fecha que inevitablemente llegará, de todo puede pasar.
Está en nosotros la decisión de darle un lugar de preocupación constante a esa incertidumbre o aceptar la inevitabilidad de la muerte reconociendo que ella es parte natural de la vida. Gracias también a la mortalidad, nuestras vidas adquieren mayor sentido cuando reconocemos que el tiempo de nuestra existencia es muy breve y hay que saber aprovecharlo.
¿Cómo nuestra cultura influye al enfrentar la incertidumbre?
El investigador holandés y experto en psicología social Geert Hofstede, desarrolló un modelo transcultural para medir diferentes dimensiones culturales en las sociedades a nivel global. Una de estas dimensiones es la Evitación de la Incertidumbre (Uncertainty Avoidance), que analiza la tolerancia que las sociedades tienen ante la incertidumbre, la diversidad y la ambigüedad. Cabe mencionar que este estudio es a nivel país y no a nivel individual.
Para Hofstede, las culturas con un alto grado de evitación de la incertidumbre son aquellas que tienen una baja tolerancia al cambio, prefieren sus vidas más estructuradas y se sienten incómodas ante la incertidumbre. Ejemplos de países son Grecia, Portugal, México y Japón.
Por el contrario, una sociedad con bajo grado de evitación de la incertidumbre tiende a ser una sociedad más abierta a los cambios y aceptación a ideas diferentes, y tienden a ser más emprendedoras y tomar más riesgos. Como ejemplos tenemos a Singapur, Dinamarca, Estados Unidos y Gran Bretaña.
A nivel individual, podemos apreciar dentro de nuestros grupos sociales y de amistad quiénes son aquellos que desean tener mayor certeza y control sobre el futuro y, por contraste, reconocer a aquellos que simplemente están abiertos a recibir y enfrentar el futuro como venga. Con ello, pensemos con qué grupo nos identificamos más y si algo podemos aprender de nuestro comportamiento para lidiar mejor con la incertidumbre.
Ejercitar el pensamiento ante la incertidumbre
Debemos aprender a valorar la incertidumbre y practicar más el pensamiento y cuestionamiento sobre ella para enfrentarla con una mejor actitud. El cuestionar la vida nos permite desarrollar más nuestra imaginación sobre las infinitas posibilidades que nos depara el futuro y contar con una curiosidad incesante nos puede servir para expandir nuestra tolerancia a los eventos inesperados, estar más relajados ante lo inevitable y amortiguar mejor nuestras emociones cuando estos eventos sean adversos.
Uno de los más grandes pensadores de la humanidad, el filósofo griego Sócrates, revolucionó nuestra manera de percibir a la inteligencia a partir de la incertidumbre. El reconocer que no podemos tener certeza sobre la vida puede ser intelectualmente gratificante. En su máxima, “Yo solo sé que no se nada”, Sócrates debate el pensamiento que asocia a la inteligencia con las respuestas definitivas y en lugar nos invita a considerar también que la inteligencia está presente en la capacidad de llegar a la incertidumbre a partir del pensamiento constante.
Estar abiertos a ver la vida como es y admitir con humildad que no podemos llegar a todas las respuestas, pueden ayudarnos a convivir mejor con la incertidumbre. Tenemos la certeza de que siempre estará ahí, y está en nosotros apreciarla y verla como parte fundamental de una vida llena de sentido.
Ricardo Villarreal, Vicepresidente – Red Global MX Capítulo Portugal
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