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El Mercar de Santiago de Compostela

Hay lugares que nos marcan por su mística, por la forma en que facilitan el surgir de sentimientos y el flotar de reminiscencias. Una de estas ciudades místicas es Santiago de Compostela. Me dan ganas de “mercar” su esencia.

En 2010 tuve la suerte de disfrutar del encanto, la historia y por supuesto la mística de Santiago de Compostela.

Durante los 4 meses que viví en la Capital de Galicia tuve la oportunidad de recorrer y redescubrir sus calles, sus sonidos, sus palabras y sus emociones. Y hubo muchos momentos que pensé que estaba en mi pequeña Bemposta do Campo (Portugal).

En ese momento nuestra dependencia de internet, sus redes sociales y aplicaciones informáticas no era tan intensa como ahora. Para ponernos en el tiempo, era la época de las Blackberries

Todavía usaba el mapa de papel para orientarme en Santiago de Compostela, no una “aplicación” intrusiva para descubrir el camino a nuestro destino.

Las palabras que acabo de escribir sobre “apps” y cosas similares, no significan absolutamente que estoy en contra de la innovación tecnológica y la optimización de nuestros recursos. Pero como seres humanos tenemos que saber encontrar nuestros espacios temporales para liberarnos de la tecnología. Es hora de estar con nosotros mismos.

Una vez quise descubrir Santiago de Compostela, la Santiago de Compostela Vieja, la Santiago de Compostela histórica.

En busca del “Mercar”

Deambulé por sus estrechas calles, a veces casi desiertas de gente, hasta que encontré un cartel que decía “Mercar”… ¿al mercado?

Mercar, comprar…

Pero ese mercar no era un mercar simple para mí. Era un mercar de reminiscencias y saudades (la morriña gallega).

En mi vida, sólo mis abuelas Isaura y Cândida usaron esa palabra que para mí era tan rara pero también muy elocuente.

Para el niño Bruno, el mercar ya tenía un sentido de misión y gratitud. Y cuando me invitaron a ir de compras, ese mercar tomó un carácter casi trascendente.

¡Ay, Bruno! ¿Puedes mercar pan para el almuerzo en el Café da Graça?

Pero hoy nadie dice “mercar” ni existe el Café da Graça.

Cuando comencé esta “epopeya” mía llamada Raia Diplomática, también tuve en el alma el reencuentro de palabras y sentimientos perdidos que unen a los pueblos de la Península Ibérica.

Redescubrir y redescubrir los llamados sentimientos, el “mercar” de nuestra vida, el elogio de la mística Santiago de Compostela, son absolutamente necesarios para elevar socialmente nuestra Raia Ibérica y nuestra Península Ibérica.

Bruno Caldeira

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