Como consecuencia del deterioro del tradicional eje franco-alemán, el poder político en la esfera de la Unión Europea (UE) está sufriendo una fragmentación sin precedentes. El hecho de que el liderazgo que ejercen Francia y Alemania, las dos mayores potencias políticas y económicas, se exprese de manera cada vez más individualizada genera no solamente dudas entre algunos países de la UE, sino que proyecta potenciales efectos políticos sobre diversos ámbitos comunitarios de gran sensibilidad, siendo el energético uno de los principales.
En el marco de la actual guerra en Ucrania, por ejemplo, una de las consecuencias inmediatas que ha generado dicha fragmentación del poder en la UE ha sido el incremento del peso específico de ciertos Estados miembros, que hasta entonces habían permanecido ciertamente alejados de la centralidad del poder político comunitario. Este es el caso de Suecia, Finlandia y, sobre todo, Polonia. En el corto plazo, estos tres países experimentarán una interesante proyección política. Una proyección que, en cualquier caso, seguirá estando vinculada a su nivel de implicación y apoyo a Ucrania.
El caso concreto de Polonia no deja de ser algo paradigmático. Consciente de ser un actor estratégico clave tanto para EEUU como para el Reino Unido en el Este de Europa en el actual contexto de guerra, este país aplica una estrategia deliberada para ganar peso en el espacio comunitario a expensas de Alemania. Para ello, no duda en instrumentalizar los antagonismos históricos (reclamación de un monto de 1300 millones de euros en concepto de reparación por los daños sufridos durante la II Guerra Mundial). Tampoco parece tener reparos a la hora de ejercer presión directa sobre el actual gobierno alemán para que asuma un rol menos ambiguo respecto al conflicto en Ucrania. El caso del envío de carros de combate Leopard es quizá el ejemplo más mediático de esta presión.

No obstante, a pesar de la sólida proyección política que presentan estos tres países en estos momentos, lo cierto es que ninguno de ellos reúne a priori las características estructurales para convertirse en un espacio de poder comunitario en el medio y largo plazo. Sin embargo, exceptuando a Francia y Alemania, quienes sí cuentan con los elementos transversales para configurar nuevos espacios de poder en el ámbito comunitario son: Italia, España y Portugal. Es decir, el sur de la UE.
¿Hacia un eje hispano-portugués?
Ante la inexistencia de un eje franco-alemán con capacidad para armonizar los equilibrios internos, cohesionar a los Estados miembros entorno al proyecto europeo y generar consensos necesarios en materia de toma de decisiones, la cuestión clave es: ¿Qué opciones tienen países como España y Portugal para incrementar de manera sostenida su poder específico en el marco de la UE?
Por lo pronto, trazar una estrategia conjunta, compartida y comprehensiva entre España Portugal podría constituir una opción de partida para configurar un espacio de poder ibérico dentro de la UE. Un espacio que, al menos, pueda servir para la defensa de los intereses ibéricos. En un entorno de alta competencia y proliferación de grupos de presión y esquemas de cooperación, la concertación hispano-portuguesa en asuntos de interés mutuo podría coadyuvar a la salvaguarda de los intereses nacionales de ambos países.
Ante la inexistencia de un eje franco-alemán con capacidad para armonizar los equilibrios internos, cohesionar a los Estados miembros entorno al proyecto europeo y generar consensos necesarios en materia de toma de decisiones, la cuestión clave es: ¿Qué opciones tienen países como España y Portugal para incrementar de manera sostenida su poder específico en el marco de la UE?
Youssef Louah Rouhhou
España y Portugal cuentan con áreas donde presentan ventajas comparativas respecto al resto. Para el objeto de este artículo, estas áreas se pueden agrupar en dos grandes bloques. El primero es de carácter político y tiene que ver no únicamente con la posición privilegiada que los dos países tienen en Iberoamérica, sino en la capacidad que ambos presentan para liderar y dar forma en el seno de la UE a las relaciones con América Latina y el Caribe (ALC). En este punto, España y Portugal podrían buscar sumar el apoyo de Italia, país que cuenta con una interesante proyección en ALC. El segundo es de naturaleza geoestratégica y guarda estrecha relación con la geopolítica de la energía en un contexto en el que la UE y sus Estados miembros necesitan reducir las vulnerabilidades ligadas a este factor.
Respecto a este último, el liderazgo de España y Portugal requiere del concurso activo de otros actores comunitarios y extracomunitarios para convertirse en un hub para el tránsito energético hacia la UE. El actor comunitario clave para conectarse energéticamente a los mercados centroeuropeos es Francia (ver mapa más arriba). Respecto a los actores extracomunitarios, existen varios, aunque los principales son EEUU y Argelia. Aquí, la suma de Italia no sería del todo viable, ya que ese país también reúne por su cuenta las características para erigirse como otro hub energético comunitario.
En resumen, tanto España como Portugal cuentan con las capacidades necesarias para configurase en un centro de poder dentro de la UE. En consecuencia, los dos ámbitos que se mencionan serían el medio propicio para que ambos países incrementen su peso específico en el marco de la UE. El fin último de una eventual estrategia hispano-portuguesa no sería otro que la de ocupar de manera efectiva un espacio de poder para mejor defender los intereses nacionales en un entono comunitario complejo y competitivo.

Youssef Louah Rouhhou es analista político internacional. Ha cursado estudios superiores en comunicación y en diplomacia y relaciones internacionales. Actualmente es doctorando en la Universidad Complutense de Madrid. Escribe sobre asuntos relativos a la geopolítica de la energía en Europa
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