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La Emperatriz Isabel nos trajo de Portugal, Belleza, Amor y Lealtad

La Cultura siempre ha sido el mejor recurso para vencer  fronteras que, muchas veces son más emocionales que físicas. En el caso que nos ocupa las relaciones entre Portugal y España han tenido distintas fases. Compartimos una historia común en cuanto al pensamiento que hunde sus raíces en Grecia, Roma y que junto con los valores cristianos en su desarrollo ha dado lugar a la tradición occidental. En lo referente a la cuestión política hemos pasado por fases de alejamiento, cercanía y unión con todo lo que significa. Si nos empeñamos en tratarnos como hermanos estaremos más cerca de la razón y la proporción histórica.

Si hay un momento especialmente dulce en nuestra relación corresponde a este relato, el encuentro de un personaje que tuvo un papel protagonista decisivo en una de las  épocas más importantes de nuestra historia, Isabel de Avis y Trastámara que, trajo Belleza, Amor y Lealtad de Portugal. Las alianzas matrimoniales de Portugal y la Monarquía Hispánica fueron muy frecuentes en esa época para promover la paz y la amistad y supuso un intercambio cultural muy importante entre ambas monarquías.

Por línea directa ascendente el padre de Isabel fue Manuel I de Portugal casado en primeras nupcias con Isabel de Aragón de la que enviudó y en segundas nupcias con la hermana de la fallecida,  María de Aragón madre de Isabel, la abuela de Isabel por línea materna fue Isabel la Católica que también lo era del César Carlos I de España y V de Alemania, Isabel de Portugal y Carlos I de España eran por lo tanto primos hermanos. La madre de Isabel la Católica de origen portugues, fue conocida también como Isabel de Portugal casada con Juan II de Castilla, y su abuela fue Isabel de Barcelos casada con Juan de Portugal.

Por línea descendente la hija de Isabel de Portugal y Carlos I, Juana de Austria se casó con Juan Manuel de Portugal, fallecido éste sin descendencia  y después de una disputa, se produjo el gobierno del reino de Portugal por Felipe II en el sistema vigente de Monarquía Hispánica de agregación, en la que los distintos reinos mantuvieron sus propias instituciones.

Isabel de Avis y Trastámara se convirtió con el tiempo en la joven infanta más hermosa de las cortes europeas, alta, esbelta, rubia y con unos grandes ojos color ámbar, con una deslumbrante sonrisa, acompañada de una dulce y melodiosa voz. Fue la segunda de los hijos y la preferida de Manuel I o Venturoso y de su esposa María de Aragón. Nació en Lisboa en 1503, y recibió su nombre en homenaje a su abuela materna, la reina Isabel la Católica. Su infancia transcurrió en la opulenta corte de su padre, donde recibió una esmerada educación, fruto por una parte del interés de su padre Manuel I por el arte y la cultura con presencia de los intelectuales, pintores, escritores portugueses más importantes de la época, entre los que se encontraba el poeta Luíz Vaz de Camões que, escribió este poema que pudo estar  inspirado en la belleza de Isabel de Avis y Trastámara:

“Mirándonos, Señora, me confundo,

pues todo el que  contempla vuestro hechizo

decir no puede vuestras gracias bellas.

Porque hermosura tanta en vos ve el mundo

que no le asombra el ver que quien os hizo

 es el autor del Cielo y las estrellas.”

Luis Vaz de Camões

Años después, Garcilaso de la Vega partidario del amor cortés dedicado a su musa Isabel Freire, pero sin duda inspirado también en la belleza de Isabel de Portugal escribió un poema en la Alhambra de Granada que decía:

“Escrito esta en mi alma vuestro gesto,

y cuanto yo escribir de vos deseo;

vos sola lo escribisteis, yo lo leo

tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;

que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,

de tanto bien lo que no entiendo creo,

tomando ya la fe por presupuesto.”

Garcilaso de la Vega

Isabel de Portugal representó el canon de belleza del Renacimiento, su rostro bien pudiera haber sido modelo para la Venus de Botticelli. En el transcurso del siglo XVI la belleza visible es la expresión palmaria de la belleza interior, de ahí su relevancia y encuentra en esa época justificación y soporte filosófico en la metafísica neoplatónica del amor.

La emperatriz Isabel sufrió de manera callada y solitaria por las largas ausencias de su amado el Cesar Carlos como dejaba ver en su correspondencia con el emperador; circunstancia que se sumaba a  su papel de gobernadora de la Monarquía Hispánica

Carlos Matilla

Por otra parte, en la educación de Isabel de Portugal influyó también su madre la reina María de Aragón inspirada en la corte de Isabel la Católica que creó la Academia Palatina con presencia de humanistas intelectuales, como Pedro Martir de Anglería, Lucio Marineo Siculo y mujeres conocidas como las “Doctae Puellae”, las infantas  y el resto de las damas de la corte castellana participaron en la Academia para conseguir una buena educación académica, el magisterio lo ejercieron también mujeres como Beatriz Galindo, “La Latina”, Luisa Medrano, Juana de Mendoza, etc. que formaron también a los jóvenes de la corte con una educación en condiciones de igualdad, en materias como griego, latín, historia, geografía, matemáticas, literatura, filosofía etc..

Isabel de Portugal además de la educación de la mente y el espíritu recibió una educación física a través de la práctica de la equitación y se convirtió en una excepcional amazona.

La excelente formación recibida, le sirvió para conseguir la confianza del Emperador Carlos  tras su matrimonio y ejercer la regencia en tres ocasiones: 1529-32, 1535-36 y 1538-39. Esta alianza matrimonial determinó la oportunidad de reforzar la sintonía  entre las Coronas de España y Portugal para proseguir la magna obra del Descubrimiento y Evangelización de los territorios de ultramar sin cuestionar  el “statu quo”  del Tratado de Tordesillas.

 La negociación del matrimonio entre Isabel de Portugal y su primo Carlos I de España, se fraguó durante largo tiempo entre ambas cortes. El interés de Manuel I lo había manifestado en distintas ocasiones a través de sus representantes diplomáticos y su hija Isabel  convirtió este deseo en su propio lema “Aut Cesar, aut nihil” o el matrimonio con su primo o el convento. Por su parte, Carlos I sin un acuerdo matrimonial en firme, seguía el interés de los consejeros flamencos que, promovieron inicialmente un acuerdo con Inglaterra, para el matrimonio con su prima Maria Tudor y garantizar el apoyo de los electores ingleses en el nombramiento de Carlos I como emperador del Sacro Imperio.

Después de conseguir la Corona imperial en 1520, cambiaron las tornas y los consejeros destacaron las ventajas de un  acuerdo matrimonial hispanoluso; por una parte por la diferencia de edad entre emperador Carlos y su prima Maria nacida en 1516 que retrasaría la necesaria continuación de la dinastía; además no era cuestión menor que  la corte portuguesa era la más rica de Europa y esto garantizaba una importante dote, necesaria para cumplir con los importantes objetivos del Cesar Carlos. El acuerdo matrimonial con Inglaterra se resolvió sin más problemas y la balanza se inclinó  a favor de Portugal; el 17 de octubre de 1525 se firmaron las capitulaciones matrimoniales y el 1 de noviembre tiene lugar en el palacio real de Almeirim la boda por poderes.

Convertida Isabel de Portugal en la esposa del emperador,  se encaminó con su corte a finales de enero de 1526 a la Raya con dirección a Sevilla. Por orden de Juan III rey de Portugal su hermano, ya que su padre había fallecido tiempo atrás, la acompañaron en el viaje, los infantes Luis y Fernando, el marqués de Villarreal y el duque de Braganza. El marqués de Villarreal era el encargado de entregar a la emperatriz e informar mediante epístolas al rey de todas las circunstancias del viaje.. El rey portugués acompañó la comitiva desde Almeirim hasta Chamusca; siguieron ya sin su presencia a Ponte do Sor, Alter do Chao, Monforte y Elvas el viaje duró una semana. En Elvas cuenta alguna crónica que había tambien “muitos senhores castelhanos disfarsados só fim de verem a emperatriz”. Para el final del trayecto montó la emperatriz una hacanea blanca con arreos plateados y ricas telas amarillas y rojo grana. Sus hermanos acompañaron la comitiva hasta la Raia y le besaron la mano los portugueses emocionados por la despedida. Los castellanos recibieron a la emperatriz a pie y le besaron la mano también. Luego montaron e intercalados con los nobles portugueses formaron un círculo alrededor de Isabel de Portugal en señal de respeto, fue un momento especialmente emocionante esto sucedió el 6 de febrero de 1526. Entre la comitiva castellana estaban representantes de la Nobleza y Clero de la más alta alcurnia; los duques de Calabria, Béjar y Medina Sidonia, los condes de Fuensalida, Cifuentes, Andrada, marques de Ayamonte, etc… y el arzobispo de Toledo y obispo de Plasencia, los condes de Fuensalida, Cifuentes, Andrada, marques de Ayamonte, etc..Los nobles iban vestidos de negro, los dignatarios del Clero de rojo.

Entonces el Marqués de Calabria pronunció en nombre del emperador las siguientes palabras: “Señora, oiga vuestra majestad a lo que venimos por orden del emperador nuestro señor, pues que es el fin mesmo para que norabuena vuestra majestad viene” La emperatriz permanencia callada, entonces el infante Don Luis sujetó por las riendas la hacanea blanca de la emperatriz y proclamó “Entrego a vuestra excelencia la emperatriz mi señora, en nombre del rey de Portugal, mi señor y hermano, como esposa que es de la cesárea majestad del emperador” el marqués de Calabria sujeto la brida y dijo “Yo, señor, me doy por entregado de su majestad en nombre del emperador mi señor” en ese momento sonaron trompetas y los hermanos se despidieron emocionados de su querida hermana Isabel. Algunos jinetes realizaron cabriolas a caballo como muestra de galantería.

Por fin contemplaron en el reino de Castilla la belleza de la emperatriz de la que había precedido su fama y algún retrato como el que tenía el canciller Gattinara. El cronista imperial Alonso de Santa Cruz la describió como: “Blanca de rostro, mirada honesta y de poca habla y baja. Enormes ojos, boca pequeña, de buenas manos, largo cuello, en definitiva hermosa. De condición mansa y retraída más de lo que era menester. Grave, devota, discreta…y podemos decir haber hallado el emperador mujer a su condición”.

Después de pasar unos días en Badajoz, la comitiva continuó hacia Sevilla, una gran y rica ciudad desde 1503 por la Casa de Contratación, puerto único de origen y destino de los barcos en sus viajes a América. Por fin llegó a Sevilla Isabel de Portugal el 3 de marzo de 1526 acompañada de su lujosa corte portuguesa y los nobles castellanos y Clero que la acompañaban, el emperador por motivos contrarios a su deseo demoró una semana en llegar. El cabildo realizaba preparativos de la llegada desde octubre. La recibieron el Clero de la ciudad y nobles, los duques de Arcos y Medina Sidonia, etc..El emperador había dado órdenes para que fuera recibida con altos honores Durante el trayecto había arcos ricamente adornados para la ocasión. Isabel iba vestida de blanco como símbolo de su pureza virginal, así llegó hasta la puerta del Perdón de la Catedral después rezar un Te Deum y se retiró a la que sería su morada en los Alcázares a la espera del emperador. La llegada del Cesar Carlos fue mas espectacular, pleno de juventud, sobrio, su montura era un majestuoso caballo con manchas de un intenso color negro que provocaba reflejos azulados. Después de jurar los privilegios de la ciudad y rezar en la catedral, se encaminó hacia los alcazares al encuentro de un futuro predeterminado, pero incierto.

La razón de Estado de un matrimonio de compromiso, con un largo y difícil camino de negociaciones;  dio paso a una unión solida basada en un profundo amor,  de la que nacieron cinco hijos, aunque sólo tres alcanzaron la edad adulta. En 1539, tras un parto prematuro del que hubiera sido el sexto, la emperatriz falleció. Su viudo quedó sumido en tal dolor que, incapaz de acompañar los restos de su esposa hasta Granada, donde debían ser sepultados, delegó la responsabilidad en su hijo Felipe II, de solo doce años, y se retiró al Monasterio Jeronimo de Santa María de Sisla.

La admiración que Carlos sentía por su esposa y la compenetración que existía entre ambos, se había puesto de manifiesto cuando el Cesar Carlos, al partir a la campaña de Italia, la designó  “lugarteniente general y gobernadora del reino”, responsable de todas las tareas de Estado. O cuando, en un documento que precedió a su segunda regencia en 1535, rindió explícito homenaje a los logros que había conseguido Isabel en su primer mandato; por su generosidad, sacrificio y sentido de la responsabilidad.  La emperatriz Isabel sufrió de manera callada y solitaria por las largas ausencias de su amado el Cesar Carlos como dejaba ver en su correspondencia con el emperador; circunstancia que se sumaba a  su papel de gobernadora de la Monarquía Hispánica. Algunos de sus biógrafos aseguran que su soledad se transformó en melancolía, la saudade pudo influir en su muerte prematura. La emperatriz  no salió nunca de la Península, en la que permaneció fiel a su marido hasta el final de su corta vida y en el ejercicio del poder se ganó el respeto de sus consejeros y el cariño del pueblo.

Carlos Matilla

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