Ninguna especie animal en la historia del planeta ha tenido una influencia tan grande y dominante como el ser humano gracias a su superioridad intelectual ante las demás especies del planeta. Pero ¿es la inteligencia humana en verdad una ventaja?
Esta pregunta es planteada por el investigador Justin Gregg en su libro If Nietzsche were a Narwhal, en donde, valiéndose de la filosofía nietzscheana, hace una comparativa sobre diferentes rasgos cognitivos para demostrar que muchas especies de animales han tenido un éxito evolutivo y de supervivencia sin la necesidad de contar con una inteligencia superior a los humanos.
Para empezar, el autor nos comparte la siguiente definición de la inteligencia: “La inteligencia es el principio de adaptación al medio ambiente cuando se trabaja con conocimiento y recursos insuficientes. Adicionalmente, un sistema inteligente se basa en una capacidad limitada de procesamiento, trabaja a tiempo real, está abierto a la espontaneidad y aprende de la experiencia.”
Un pilar de la excepcionalidad intelectual de los humanos ha sido el cuestionarse “el porqué de las cosas”. Gracias al cuestionamiento inagotable, al entendimiento de la causalidad y el uso de la imaginación, el ser humano ha logrado grandes avances en la ciencia, las artes, la medicina, la exploración espacial, las nuevas tecnologías y mucho más, diferenciándose hegemónicamente de las demás especies de animales.
Y aunque la inteligencia humana nos ha dado muchas ventajas, también parece encaminarnos hacia nuestra propia extinción. Es indiscutible cómo nos ha perjudicado el crear poderosísimas armas de destrucción masiva y explotar obscenamente los recursos de la Tierra dañando al planeta de una manera irreversible.
Seamos más responsables ante nuestra condición y utilicemos nuestra inteligencia para generar felicidad, placer y actitudes positivas en beneficio no solo de nuestra especie, sino de otras especies de animales, nuestro medio ambiente y nuestro planeta.
Ricardo Villarreal
Pero desde el punto de vista evolutivo, la inteligencia humana no es tan especial. El autor señala que muchas especies de animales tienen la habilidad para tomar decisiones que son muy útiles sin tener que razonar tales decisiones. Para ellos no es importante saber por qué suceden las cosas, simplemente que suceden.
Además de nuestra capacidad de entender la causalidad, los humanos hemos utilizado nuestra inteligencia para crear un lenguaje de comunicación que, aunque nos ha ayudado a crear cosas bellas como la música y la literatura, también nos ha servido para mentir y engañar. Con más limitantes, es verdad que hay animales que usan la comunicación para engañar, como aquellos que se hacen los muertos cuando se ven amenazados por un depredador. Pero estas son meras tácticas de supervivencia.
Los humanos, de la manera más perniciosa, han usado el lenguaje para manipular con la intención de cambiar creencias, de incitar a la violencia y de esparcir información falsa. Basta con ver las propagandas que líderes totalitarios y religiosos han usado a través de la historia para generar odio y exterminar poblaciones, o grupos conspiracionistas como los antivacunas que divulgan información falsa para confundir y crear caos en la población, y cuyos mensajes engañosos terminan costando muchas vidas humanas. Los animales simplemente no hacen esto.
Otra de las “ventajas” cognitivas que menciona Justin Gregg está en la sabiduría de la muerte, el tener plena conciencia sobre nuestra mortalidad. Aunque muchas especies de animales tienen un concepto mínimo sobre la muerte, no cuentan con la capacidad mental de imaginar eventos episódicos sobre su futuro ni sufren tanto la pérdida como los humanos. Por nuestra parte, los humanos sufrimos de depresión, ansiedad, desesperanza, y algunos padecen tendencias suicidas ante la inexorable condición de mortales. Es decir, los animales están en una mejor posición ante la muerte.
La moralidad humana, que mucho criticó Nietzsche, es un invento de la inteligencia que en ocasiones resulta ser una gran estafa. El querer ser autoridad para definir lo que está bien y mal ha traído como consecuencias odio y guerras destructivas para la humanidad, cosa que no encontramos en la ética natural del mundo animal. Por ejemplo, las religiones, que presumen superioridad moral, son las mismas instituciones que castigan la homosexualidad y son intolerantes ante diferentes creencias. A pesar de que hay evidencia de la homosexualidad en otras especies de animales, no vemos a estas especies castigar por tal actividad. La homofobia solo existe en los humanos.
La Paradoja de la Excepcionalidad es la idea de que, a pesar de que los humanos somos excepcionales en lo que se refiere a nuestras habilidades cognitivas, esto no significa que somos mejores para la vida que otras especies de animales. Al contrario, los animales que han tenido un mejor éxito evolutivo son aquellos que tienen sistemas más sencillos de cognición. Como ejemplo, el autor nos señala que los cocodrilos han sido la especie vertebrada más exitosa que ha vivido, su línea ancestral tiene unos 300 millones de años y sobrevivió la última extinción masiva hace 66 millones de años.
Pero entonces, si a la selección natural no le importa el grado de complejidad de nuestras habilidades cognitivas, ¿cuál es el verdadero valor de nuestra inteligencia?
Aquí es donde la universalidad del pensamiento filosófico entra como protagonista del auténtico humanismo para recordarnos que nuestras acciones deben estar siempre encaminadas a generar el más grande placer y reducir el sufrimiento. Nuestra vida es un soplo de viento, y la vida de nuestro planeta y la del universo mismo también son finitas, eso es una sólida verdad.
En este breve instante de vida tenemos la gran fortuna de contar con un cerebro que nos da la habilidad de pensar y de imaginar como ninguna otra especie animal. Así que mientras estemos presentes, y si nuestro dominio en el planeta es insuperable, seamos más responsables ante nuestra condición y utilicemos nuestra inteligencia para generar felicidad, placer y actitudes positivas en beneficio no solo de nuestra especie, sino de otras especies de animales, nuestro medio ambiente y nuestro planeta.
Ricardo Villarreal, Vicepresidente – Red Global MX Capítulo Portugal
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