La palabra “existir” proviene del latín ex-sistere, donde el prefijo ex quiere decir salir y el verbo sistere se define como tomar posición o estar fijo. En otras palabras, “existir” significa salir de nuestra raíz, salir de nosotros mismos.
¿Y por qué para “existir” hay que salir de uno mismo? Porque saliendo de nosotros buscamos el sentido de la vida en el encuentro con los otros. En su libro “Encontrarse”, el filósofo francés Charles Pépin nos invita a reflexionar en cómo los encuentros que experimentamos con personas clave a través de nuestras vidas modifican nuestra trayectoria existencial para siempre.
Contrario al principio filosófico cartesiano Cogito ergo sum (pienso, luego existo), Pépin expone que a esta tesis de conciencia personal le falta la influencia del encuentro con el otro como clave para completar nuestra existencia. Un punto interesante sin duda.
Para mí, lo valioso al leer un libro sobre la filosofía de los encuentros es pensar precisamente en aquellas personas que, desde mi infancia, han marcado mi vida en todos los ámbitos, en las amistades, en lo profesional y, claro, en el amor. Sin esas personas que han coincidido en mi camino de vida yo no existiría como tal.
¿Por qué se dan estos encuentros determinantes?
Muchas veces nos sentimos atraídos por lo diferente y desconocido. Al encontrarnos con una persona nueva en nuestras vidas nos nace la curiosidad de entrar en su mundo y descubrirlo. Ese encuentro promete un exotismo que nos deleita y atrae a explorar un universo nuevo. Así se comienza la magia de un encuentro con una persona que nos completa con lo que ella tiene que no tenemos.
Ante la curiosidad en un encuentro así, el autor nos señala la presencia de una gran virtud: su duración. Hoy vivimos tan hiperconectados a través de dispositivos móviles y absorbidos en la inmediatez que perdemos el sentido de la duración de las cosas. Por el contrario, la curiosidad en un encuentro personal es de larga duración porque “conocer a alguien es descubrir un mundo tan vasto que quizás nunca lo lleguemos a recorrer.” Un encuentro así nos salva de lo efímero, llenándonos de una felicidad real.
Precisamente al adentrarnos en ese descubrimiento del otro es donde experimentamos la alteridad, esa manera de percibir el mundo desde la posición de la otra persona. A partir de ese encuentro, la alteridad comienza a surtir efecto; ya nunca comprenderemos las cosas a través de un punto de vista propio. Ahora, con la alteridad ampliando nuestro existir, salimos de nuestro centro para ver, pensar, sentir y experimentar la vida desde la mirada y las sensaciones de la otra persona.
En tiempos donde muchos pasan la mayor parte del día comunicándose a través de pantallas, vale la pena no perder de vista el valor del contacto humano físico. Además de que hay encuentros que nos marcan y nos hacen mejores personas, también es importante descubrir quiénes somos saliendo a explorar del otro lo que no somos
Ricardo Villarreal
Esto es, en palabras de Platón, filosofía (del griego filos = amor y sofía = sabiduría). Porque para Platón, solo quien ha amado puede filosofar. De ahí la importancia del encuentro de dos, donde se generan los diálogos y la relación que enriquecen, que nos hacen reconocernos y valorar el mundo desde la diferencia y no desde la identidad.
Adicionalmente, la alteridad nos hace tomar decisiones que modifican el rumbo de la vida. Cuando un encuentro se vuelve una gran amistad, llegamos a cambiar de hábitos, de gustos y de puntos de vista ideológicos. Para Aristóteles, un amigo es alguien que nos hace mejores. Con ello, y en algunos casos, los encuentros de admirables amistades marcan el nacimiento de proyectos nuevos que inspiran y trascienden.
Como ejemplo, Charles Pépin menciona el encuentro y la posterior amistad entre Picasso y el poeta surrealista Paul Éluard. Ambos se admiran mutuamente y se complementan en su manera de expresar su activismo en el arte. Sobre todo, Éluard influye enormemente a Picasso con su militancia política y su poesía pacifista durante la Guerra Civil Española. Cuando en 1937 la población de Guernica es bombardeada, Éluard le pide a Picasso pintar un cuadro de gran impacto visual sobre esta tragedia para exhibirla en la Exposición Internacional de París. Sin Éluard, quizás la pintura más famosa de Picasso, Guernica, jamás se hubiera materializado.
¿Cómo provocar el encuentro?
Hay que hacer lo que nos gusta con dedicación y profundidad, trabajando en nuestra interioridad para afinar nuestra receptividad. Y después de ahí, nos dice el autor, hay que salir de casa para provocar el azar. En la filosofía, la contingencia del encuentro se refiere a ese evento fortuito que originó lo que es pero que pudo nunca haber sido.
Ese carácter contingente de un encuentro es apreciado por el pensamiento epicúreo, pues la felicidad y el disfrutar la vida también se halla en maravillarse ante las sorpresas que nos arroja la vida, incluyendo la espontaneidad de un encuentro con una persona que nos toca para siempre. Las mejores historias de amor brotan en la serendipia. En el momento en que una persona transforma nuestro ser y nuestra realidad de manera irreversible, haciéndonos vivir experiencias que jamás imaginamos posibles, ya no volveremos a ser nunca la misma persona.
Sí, es verdad que la suerte juega un papel en los encuentros contingentes. Pero esta es una suerte provocada, que se busca con una actitud de compromiso yendo por la vida con una mentalidad abierta y disponiendo de espacio y tiempo. También es verdad que existe la posibilidad del fracaso. Pero este riesgo es parte de la filosofía de acción, enriquece el camino recorrido y nos prepara para el verdadero encuentro.
En tiempos donde muchos pasan la mayor parte del día comunicándose a través de pantallas, vale la pena no perder de vista el valor del contacto humano físico. Además de que hay encuentros que nos marcan y nos hacen mejores personas, también es importante descubrir quiénes somos saliendo a explorar del otro lo que no somos.
Ricardo Villarreal, Vicepresidente – Red Global MX Capítulo Portugal
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