- En la primera colaboración entre Raia Diplomática y Red Global México en España, Ramón Ortega Lozano, Profesor de Comunicación humana, Antropología de la Salud y Bioética en la Facultad de Ciencias de la Salud San Rafael-Nebrija. Universidad Nebrija, escribe sobre la humanización de la salud gracias al covid-19.
- No es posible curar sin cuidar
Para comprender la humanización de la salud es imprescindible acudir al concepto de cuidado en la atención sanitaria. Albert Jovell, médico y paciente oncológico, lo supo expresar de manera contundente: “Yo ya acepto que no me van a curar, pero me costaría aceptar que no me van a cuidar”.
En siglos pasados, cuando un médico se encontraba frente a un paciente cuya enfermedad no era tratable, se lo comunicaba a él o a su familia y se marchaba. Su labor ya había terminado, pues solo tendría sentido permanecer a su lado, si hubiera algún remedio o tratamiento frente a su enfermedad. Muchos acontecimientos recientes han pasado para ir modificando esta tradición de miles de años. Por mencionar uno, la enfermera Cicely Saunders, promovió en los años 60 la creación de un primer centro médico en Londres dedicado a la atención de enfermos terminales que será referencia para todo el mundo: St. Christopher. Comienzan así los cuidados paliativos, y oficialmente, aparecen profesionales de la salud y unidades médicas cuya misión ya no es curar, sino cuidar, acompañar, brindar confort.
Como se ha dicho, no se puede contar con una cultura de la humanización sanitaria sin priorizar la labor del cuidado. Esta pandemia ha supuesto un reto para muchos de los profesionales de la salud que han visto mermados sus recursos para tratar a todos los pacientes. Las unidades de cuidados intensivos se han visto desbordadas y ha tenido que existir un triaje (proceso de selección de pacientes) y permitir el acceso sólo a aquellos que pudieran obtener un verdadero beneficio del tratamiento. Qué importancia el poder cuidar incluso a aquellos que ya no podían acceder a ciertos tratamientos. Porque donde no se puede curar, siempre existe la posibilidad de cuidar.
2. Cuidar a los colectivos vulnerables
Toda práctica ética en relación con el cuidado pone especial énfasis en la idea de vulnerabilidad. Según Francesc Torralba (2002): “La idea de vulnerabilidad nos recuerda que tenemos que vivir con la mortalidad y que debemos cuidar al otro como sujeto frágil”.
Vivíamos confiados, nos creíamos protegidos e inmunes. Los desastres naturales, las guerras, el hambre… pasaban allá, lejos, en otros rincones del mundo. No había amenaza previsible y de pronto nos hemos visto confinados y, aunque hemos vuelto a las calles, mantener la distancia entre unos y otros y el uso de las mascarillas se ha integrado en nuestras vidas. Hayamos o no contraído el Covid-19 ahora somos más conscientes que nunca de nuestra esencia vulnerable. Lo que nos hace, a su vez, conscientes de la vulnerabilidad del otro.
Estar frente a una persona vulnerable nos remueve y nos exige actuar de forma solidaria, ética y responsable; el filósofo Emmanuel Lévinas nos habla de una llamada; el otro vulnerable nos llamay, por responsabilidad, no se puede ignorar esa llamada, tenemos que ayudarle. Además, un profesional de la salud se ha formado con la intención de ayudar a las personas cuando la enfermedad sobreviene. Por esta razón, cuando un sanitario quiere ejercer su profesión con ética debe atender la llamada que el sujeto, presa de su enfermedad, le hace.
También se deben tomar decisiones sanitarias pensando en ese colectivo vulnerable. No me quedo en casa para evitar contagiarme de Covid-19. No salgo de casa, porque no quiero que esos colectivos vulnerables (los mayores, las personas con determinadas patologías, etc.) se contagien. La llamada del vulnerable me invita a ser responsable no por lo que me pueda pasar a mí, sino por evitarles mayores males a ellos.
3. Cuidar en la soledad
¿Pero cómo vamos a cuidar al paciente cuando una crisis como esta pandemia nos supera? Muchos profesionales de la salud ya cuentan con una cultura de la humanización. Sin embargo, esta situación ha supuesto un verdadero reto. Además de la saturación por el alto número de casos, uno de los principales problemas a los que se han enfrentado es el aislamiento de los pacientes. La mirada y el tacto han perdido su efectividad debido a los equipos de protección personal. Los pacientes no han podido ver a sus sanitarios a los ojos o sentir el contacto de la piel cuando les sujetaban la mano. Y como dices Francesc Torralba: “El tacto es fundamental para el ejercicio del cuidar, pues resulta imposible cuidar éticamente a un ser humano sin ejercer el tacto”. Otro tanto se podría mencionar sobre la importancia de la mirada.
Los centros hospitalarios son sitios eficientes, asépticos y tecnificados, pero también son lugares fríos. A esta realidad habitual, se le ha sumado, gracias a esta pandemia, la imposibilidad de que los familiares pudieran visitar a su pariente enfermo. Fue fundamental suplir esa compañía de los familiares con los cuidados asistenciales de los profesionales sanitarios.
4. Cuidar para fomentar la resiliencia
Sabemos que la muerte de nuestro ser querido es siempre una vivencia difícil. Sin embargo, el duelo por Covid-19 tiene algunos aspectos adicionales que lo hacen aún más doloroso. Uno de ellos, como dice la psicóloga Beatriz Moreno, es la rapidez de los acontecimientos, es decir, la imposibilidad de anticipar, asimilar y prepararnos para lo que viene. Esto impide, por completo, regular el impacto emocional de los futuros viudos, hermanos, padres y huérfanos. A esto se le suma la imposibilidad de las despedidas. No poder tener, siquiera, una última conversación viendo a los ojos del enfermo, despedirse de ellos o celebrar un funeral con el apoyo de otros familiares y amigos. El cuidado a veces se convierte en consuelo y esta faceta no se puede dejar a lado en la profesión sanitaria. Acompañar durante el proceso de resiliencia es otra forma de cuidar.
5. Cuidar a los cuidadores
Desde el comienzo los profesionales de la salud se han tenido que enfrentar a esta pandemia con una escasez de recursos y, sobre todo, con unas inadecuadas medidas de protección personal para ejercer su labor de forma segura. Muchos ven con frustración e impotencia la respuesta, muchas veces irresponsable, de la sociedad. Ellos han librado una verdadera guerra durante este tiempo y, pese a sus esfuerzos, han tenido que presenciar la muerte de muchos pacientes e incluso la de algunos de sus compañeros.
Hemos sobrecargado nuestro sistema sanitario y, por este motivo, es fundamental que como sociedad actuemos con responsabilidad. El mantener la distancia social será tan reconfortante para los profesionales de la salud, como lo son los aplausos desde nuestros balcones.
Por eso, ahora nos toca a todos cuidar a nuestros profesionales de la salud y de nuestro sistema sanitario. Tenemos que fortalecerlo, e incluso me atrevo a decir, tenemos que mimarlo. Porque ellos han estado ahí por nosotros y a partir de ahora nos toca a nosotros devolverlo. Tenemos que crear una cultura de la humanización sanitaria; no se trata sólo de una moda. Que esas gafas y esos guantes no consigan parar los cuidados humanizados. Pero, lo dicho, esta cultura la tenemos que promover también los usuarios. Así que ayudemos a nuestro sistema sanitario, siendo más humanos nosotros mismos.
Profesor de Comunicación humana, Antropología de la Salud y Bioética en la Facultad de Ciencias de la Salud San Rafael-Nebrija. Universidad Nebrija.
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